Artículo de Silvia Adriasola, experta en management y en facilitar procesos de empoderamiento.
Empoderar a las personas es la clave para obtener resultados extraordinarios, estables y duraderos.
Era el mes de mayo cuando me entrevisté con el CEO de una exitosa empresa textil en términos de crecimiento y facturación. Aun así, la “sensación” del responsable era de cierto vértigo ante el futuro inmediato: seguir creciendo suponía afrontar nuevos retos con viejas estrategias.
¿Cómo gestionar los equipos de forma efectiva?, ¿cómo retener el talento?, ¿cómo mantener al equipo unido , ¿cómo optimizar los procesos y los flujos de la comunicación?, ¿cómo ser una empresa que destile excelencia en cada gesto?, y, ¿de qué modo aumentar la satisfacción de todos.
Este CEO, por su larga experiencia y conocimiento del mercado, y basándose en su intuición y talento innato, podía explicar gran parte de los éxitos y el posicionamiento alcanzados, aunque era consciente de que facturar más no los haría “per se” mejores. En cambio, ser mejores sí los haría facturar más. Y entonces, ¿cómo hacer esa transformación?
Las organizaciones las construyen las personas. Son el eje en torno al cual se crea la compañía. Sea cual fuere el producto o servicio que ofrecemos, llevará la huella del equipo, del alma mater de la empresa. La huella se respira, deja su impronta, y establece un vínculo (positivo o no) con el cliente potencial.
“Las personas primero”, “el capital humano es lo esencial” o “la diferencia la aporta el lado humano de las organizaciones” eran mensajes recurrentes y muy escuchados, pero lo que primaba era demostrarlo.
Invertir en las personas es un doble reto tanto para la dirección, como para el equipo. Son las mismas cartas para un nuevo juego. Supone activar una visión que quiebre viejos paradigmas y transforme la idea cultural que tenemos del trabajo y las relaciones.
Desde la dirección, apostar por el liderazgo de cada persona, de su “cliente interno”, es darle ese espacio para su desarrollo si realmente quiere promover nuevas formas de interactuar hacía un liderazgo transformacional. Es invertir en recursos tangibles como formación, tiempo, herramientas y capital. Y a la vez, en recursos intangibles como la seguridad, la confianza y la valentía que hagan emerger el talento global.
Para el equipo supone apostar por salir de la zona de confort, romper hábitos y asumir nuevas responsabilidades, incrementando una actitud proactiva que les convierta en agentes activos que transformen sus escenarios.
Es trabajar por igual las aPtitudes, (habilidades “duras”), las destrezas y las competencias técnicas necesarias para generar oportunidades, y aCtitudes (habilidades “blandas”), la automotivación, la autoeficacia y el liderazgo para rentabilizar el talento.
El proceso de empoderamiento provoca liderazgo, y éste, transformación personal, grupal y social. Un proceso que trasciende el mero cambio para hacer surgir una cultura donde la persona es el eje central y despliega talentos como la creatividad, el espíritu crítico, la actitud resolutiva, la autonomía en la toma de decisiones y la motivación intrínseca, desplazando la queja, el victimismo, la sensación de incompetencia o un liderazgo deficiente.
Hoy en día, seguir “solo” las instrucciones o “solo” dar instrucciones no responde a los infinitos desafíos diarios. La realidad es dinámica, compleja, interrelacionada y maleable.
¿Qué resultados obtuvo la compañía textil tras el programa? Una mayor optimización de los procesos, equipos más involucrados e integrados, mayor asunción de las metas como proyectos propios, una motivación medida (además) por la satisfacción personal, y como consecuencia de todo ello, mayor efectividad, calidad del servicio y rentabilidad de los proyectos.
El proceso de empoderamiento es la estrategia más positiva para el desarrollo máximo de las personas, el equipo y el proyecto empresarial desde el respeto a los valores y el potencial humano.